Para entender la necesidad de hacernos humildes
Nadie podría llegar al Cielo ascendiendo en el mundo, sino descendiendo con su espíritu, humillándose.
La Gracia de Dios mora solamente en el que es manso y humilde. Sólo en tal clase de personas viene el Espíritu de Dios a hacerse Su hogar. ¿Qué dice el profeta Isaías? “Aquel en quien fijo Yo mis ojos es el humilde, el de contrito corazón” (Isaías 66, 2).
Dios quiere que tengamos un poco de humildad, que nos hagamos parientes Suyos, y después Sus dones vendrán en abundancia, uno tras otro. Dios le otorga el don de la Gracia al que es humilde, aunque este no se lo pida. Esta es una ley espiritual. La Escritura dice: “Dios resiste a los soberbios, pero da la gracia a los humildes” (Santiago 4, 6). Así lo dispuso Dios. “Soy humilde” significa “tengo la Gracia de Dios”. El que esté lleno de la virtud de la humildad, recibirá en abundancia la Gracia, porque será como una esponja que absorbe el don de Dios.
En verdad, aquel que se inclina con humildad y recibe los golpes de los demás, se libra de la vanidad, se embellece espiritualmente como un ángel y así es como consigue atravesar el estrecho portal del Paraíso. Nadie podría llegar al Cielo ascendiendo en el mundo, sino descendiendo con su espíritu, humillándose.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi și virtuți, Ed. Evanghelismos, București, 2007, p. 168)