Para impedir que el enojo nos haga perder la cabeza
Nuestra vida se ha rebajado tanto, que cada día pecamos un sinfín de veces, casi involuntariamente. Incluso cuando estamos decididos a no pecar más: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7, 19).
Debido a las innumerables imperfecciones que hay en nuestras relaciones, pueden surgir muchas situaciones críticas. Y si nos enojáramos cada vez que aparece un conflicto, ¡seguramente nos quedarían unos pocos meses de vida!
Además, el enfado y la irascibilidad no arreglan las cosas, sino que, al contrario, las agravan, las degradan, por su propia degradación. Es mejor mantener la calma y ser ecuánimes con nosotros mismos, llenos de amor y respeto hacia los demás, con una alta moralidad en el sufrimiento, especialmente para con nuestros seres queridos, nuestros parientes y nuestros subalternos. Y es que el hombre no es un ángel. Sumado a esto, nuestra vida se ha rebajado tanto, que cada día pecamos un sinfín de veces, casi involuntariamente. Incluso cuando estamos decididos a no pecar más: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7, 19).
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, București, 2005, p. 229)