Para librarnos de las aflicciones de cada día
Apartemos todos esos pensamientos y elijamos dedicarnos, con nuestras manos y nuestra mente, a lo que efectivamente estamos haciendo.
Cada uno de nosotros debe disponer de su vida, de una forma tal que cada día pueda trabajar de acuerdo a sus capacidades, sin caer en las aflicciones y la turbación. Cuando empecemos a hacer algo, no procedamos teniendo en mente otras diez cosas. Dediquémonos a lo que estamos haciendo, hasta terminarlo. Y solamente al terminar pensemos en lo que nos queda por hacer. Posteriormente, comencemos nuevamente a trabajar en paz, concentrando nuestra atención en lo que nos ocupa, hasta finalizarlo.
¿Nos acabamos de levantar y hemos empezado a orar? Que nuestra mente se concentre en ello. No dejemos que se disperse por aquí y por allá. Al terminar de orar, comamos algo. Después, preparémonos para empezar a trabajar. ¡Actuemos así cada día! La tribulación aparece no por tener muchas preocupaciones, sino por no saber enfrentar y planificar nuestras actividades: nos ponemos a hacer una cosa, pero nuestra mente divaga en muchas otras más. Entonces, apartemos todos esos pensamientos y elijamos dedicarnos, con nuestras manos y nuestra mente, a lo que efectivamente estamos haciendo.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, Editura Egumenița, Galați, pp. 154-155)