Para no ceder ante el desánimo
Tienes que alegrarte y agradecer por poder pagar aquí el precio de tus faltas, y partir a la eternidad ya sin ellas.
«Te pido, querido hijo, que permanezcas atento, no sea que, en medio de la tribulación, aceptes algún pensamiento opuesto a Dios, mostrándote desagradecido con tu Benefactor. Al contrario, soporta con paciencia todo lo que te sobrevenga de parte Suya, porque ‟a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge” (Hebreos 12, 6-8); así, clama con gratitud: “¡Un bien para mí ser humillado, para que aprenda tus preceptos!” (Salmos 118, 71). Porque también nuestros ancestros enseñaban la paciencia en Dios por medio de la aflicción.
Lo mismo hizo José, el justo. También David y Job, quien sufrió lo indecible. Y antes de ellos, Abraham, el más grande de los patriaccas. Entonces, si dices: “Pero ellos eran santos y amigos de Dios, pero yo sufro por mis pecados”, con mayor razón tienes que alegrarte y agradecer por poder pagar aquí el precio de tus faltas, y partir a la eternidad ya sin ellas. Porque es imposible pasar por esta vida sin tentaciones y tribulaciones.
Así pues, no te turbes en la tentación, sino que acepta las penas cual si fueran un remedio, con agradecimiento, y verás cómo Dios te ampara y te llena de consuelo. Porque “Dios reprende a aquel que ama” (Hebreos 12, 6; Proverbios 3, 12) y nuevamente lo sana. Agradece que Dios se acuerde de ti y no envidies a los que viven sin sobresaltos. Porque conocemos muchos casos, ya desde la antigüedad, en los que los justos sufrían enormemente, en tanto que los malvados eran felices y gozaban de un gran bienestar.
También los babilonios, que no conocían a Dios, vivían holgadamente, mientras que los hombres de Dios sufrían los peores males. O acordémonos del pobre Lázaro, quien era digno del Cielo, pero vivía inmerso en el dolor y la miseria, en tanto que el rico no podía de tanto confort. O de Herodes y todo el poder que tenía, al tiempo que el Bautista de Cristo era encarcelado como un malhechor […]».
(Traducido de: Sfântul Amfilohie de Iconium, Cuvinte despre pocăință și moarte, traducere de Laura Enache, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 23-24)