Para obtener el carácter del Padre
Un poco de atención a nuestra forma de vida nos podría mostrar por qué somos unos humildes traidores y prontos para abjurar.
¿Cuáles son las formas más prácticas de comportamiento, capaces de llevarnos a la humildad?
—Es conocido el hecho que, de acuerdo a las leyes y cánones de nuestra naturaleza, los hijos se parecen a sus padres. Lo mismo pasa con nosotros, siendo cristianos, ya que hemos recibido esa denominación desde nuestra raíz, de nuestro Padre; pero debemos adquirir también Su mismo carácter. Porque, como Él mismo dijera, es: “manso y humilde de corazón” (Mateo 11,29). Así pues, quien niegue ese carácter, debería negar también su título de “cristiano”, y creo que ningún fiel aceptaría semejante cosa. ¡Este es el elemento esencial que nos empuja a ser humildes!
En el Bautismo prometimos obediencia absoluta a la voluntad divina, pero nunca terminamos de cumplirla. Por esta razón, siempre somos culpables e infractores del mandato. ¿Cuántas veces no nos hemos decidido a abrazar la contrición y el sacrificio, sin ponerlos en práctica, por el pequeño esfuerzo que esto representa? Al contrario, seguimos acumulando falta sobre falta, por la influencia del medio pervertido en el que nos encontramos. Por otra parte, ¿cuántas veces no hemos visto ejemplos de pureza y de vida cristiana, que eran como amonestaciones y exhortaciones a corregirnos, pero nunca nos decidimos a cambiar y preferimos seguir siendo indiferentes?
Todo esto, al igual que la conciencia, que no deja de reprendernos, ¿no nos convence de que lo que nos caracteriza es la reiteración del pecado y, en consecuencia, que somos prácticamente perversos y humildes? Un poco de atención a nuestra forma de vida nos podría mostrar por qué somos unos humildes traidores y prontos para abjurar.
(Traducido de: Arhim. Gheronda Iosif Vatopedinul, Dialoguri la Athos, Editura Doxologia, p. 105-106)