Palabras de espiritualidad

Para que vivas a Cristo, es necesario que perseveres con alegría

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Las postraciones, la vigilia y el ayuno, son esfuerzos que se hacen por Aquel amado. Son trabajos que se hacen para vivir a Cristo. Si tal esfuerzo no se hace por necesidad, no estás forzado a hacerlo. Todo lo que haces como trabajo forzoso no consigue sino producirte un enorme mal, no sólo en tu propio ser, sino en tu actuar. La coacción y las bofetadas no hacen sino producir animadversión.

Cuando amas a Cristo, te esfuerzas por Él, y tu afán es bendecido. Sufres, pero con alegría. Haces postraciones y oras, porque estas son forma de la añoranza divina. También el dolor, la saudade, el cariño, los suspiros, la felicidad, la alegría y el amor.

Las postraciones, la vigilia y el ayuno, son esfuerzos que se hacen por Aquel amado. Son trabajos que se hacen para vivir a Cristo. Si tal esfuerzo no se hace por necesidad, no estás forzado a hacerlo. Todo lo que haces como trabajo forzoso no consigue sino producirte un enorme mal, no sólo en tu propio ser, sino en tu actuar. Y es que la coacción y las palmadas no hacen sino producir aversión.

El empeño por Cristo, la añoranza verdadera es el amor de Cristo, es sacrificio. Así lo sentía también David:

Mi alma suspira y hasta languidece por los atrios del Señor” (Salmo 83, 2).

Desea fervientemente y se derrite mi alma por el amor de Dios. Lo que dice David encaja con la poesía de Veritis:

Junto a Cristo suspiraba vivir, hasta el instante final, cuando parte el alma”.

Es necesaria mucha atención y mucha perseverancia, para que alguien logre entender algo y pueda ponerlo en práctica. Conocerá, posteriormente, sin esforzarse, ese estado de ferviente conmoción, acompañado del llanto. Todos estos son dones de Dios. ¿Acaso necesita esfuerzo el amor? Entendiendo los troparios, los cánones y las Escrituras, lograrás entrar en la verdadera felicidad.

Como dice David,

“Le has dado alegría a mi corazón(Salmo 4, 8).

De esta manera, entras en ese estado de conmoción, sin sangrar.

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, pp. 185-186)