Palabras de espiritualidad

Para seguir el llamado de lo Alto

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Del mismo modo en que Él nos amó, también nosotros tenemos que amarlo a Él. “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Juan 3, 16).

Todos tenemos el deseo de seguir un llamado grande, elevado, hacia el lugar en donde, desde el principio, se nos preparó una morada eterna, llena de una inefable felicidad. “Nuestra patria está en los cielos, de donde esperamos al Salvador y Señor Jesucristo” (Filipenses 3, 20). Así, aquel que desee recibir esa eternidad, inevitablemente tiene que conocer lo que es el amor de Dios por nosotros y nuestro amor a Dios. Y, del mismo modo en que Él nos amó, también nosotros tenemos que amarlo a Él. “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Juan 3, 16).

Y, en otro lugar, el mismo Apóstol escribe: “Así nos manifestó su amor Dios: envió a Su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero, y envió a Su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados” (I Juan 4, 9). Él soportó los tormentos más crueles, con tal de borrar nuestras faltas. Aceptó una muerte oprobiosa, para, con ella, darnos vida y salvación.

(Traducido de: Patericul Sarovului, traducere Svetlana Ceapă, Editura Egumenița, p. 131)