Pedir por las almas de nuestros difuntos
Si la oración del justo puede mucho, la de la Virgen, que es la más justa de todos, es de un provecho inconmensurable.
Los oficios litúrgicos y las oraciones que hacemos por los difuntos, ¿cómo los ayudan, padre?
—Las oraciones de los parientes, los amigos y demás personas, así como las de la Iglesia, son de gran ayuda, a semejanza de lo que hicieron aquellos cuatro amigos, quienes llevaron al hombre paralizado en una camilla, rompieron el techo de la casa y lo bajaron en la habitación donde estaba el Señor. Por las oraciones de los demás, Dios sanó al paralizado, porque el pobre no podía ni orar. Luego, la oración… ¡cuánto puede la oración del justo por sus semejantes! Por eso es que la oración de la Madre del Señor es la más importante que hay.
Luego, es debido que le digamos en nuestras plegarias: “Valiente protectora, invicta, Tú, que eres buena”, ¿no? A ella le pedimos que reciba nuestras oraciones, que fortalezca la vida en comunidad de los cristianos, que auxilie a quienes nos conducen y a la Iglesia, y que nos conceda llegar al Reino de los Cielos, ¡porque ella es una, única, la más bendecida de todos! Si la oración del justo puede mucho, la de ella, que es la más justa de todos, es de un provecho inconmensurable. Cualquier cosa que ella pida, Dios se la concede, porque ella pide únicamente lo que favorable a nuestra salvación. Nada más.
(Traducido de: Părintele Adrian Făgețeanu, Viața mea. Mărturia mea, Interviuri de Andrei Dârlău, volum coordonat de Ciprian Voicilă, Editura Areopag, București, 2011, p. 100)