Podemos hacer, de una sencilla oración, una que no termine jamás
Intenta repetir estas palabras: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Pero recuerda: esas palabras no tendrán ningún valor si lo que haces es hablar y hablar.
Intenta repetir estas palabras: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Pero recuerda: esas palabras no tendrán ningún valor si lo que haces es hablar y hablar. Esta oración recibe tres nombres distintos: “Oración de la mente”, “Oración de Jesús”, y “Oración de la mente en el corazón”. No es muy correcto decirle “Oración del corazón”. En cualquier momento vienen diversos ataques, especialmente de noche. Con esta oración les podrás hacer frente. Pero guárdate todo eso para ti mismo. No hagas como la gallina, que pone un huevo y se entera toda la granja. Por eso es que los ascetas insistían tanto en hacer de la oración un “misterio”.
“¿Cuántas veces hay qué repetirla?”, me preguntó alguien. Yo le respondí: “¡Pronúnciala una sola vez, y jamás termines de repetirla!”.
Por ejemplo, es bueno leer los Salmos, pero eso no significa que debas tomar el Salterio y leerlo completo de una sola vez. Eso sería absurdo. Se ha constatado que al demonio no le agrada mucho que leamos los Salmos. Yo recomiendo una sola katisma en 24 horas. Dos katismas, si se trata de alguien con más experiencia. Y tres katismas, solamente si es alguien mucho más avanzado. Hacerlo por tu propia cuenta es lanzarte a la lucha sin discernimiento. Puedes vencer, sí, pero debes saber nadar y combatir…
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 3, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 119)