¿Por qué correr a juzgar al otro?
Cuando tendríamos que dirigir nuestra energía a la oración, lo que hacemos usualmente es enfadarnos, rebelarnos y juzgar a los otros.
No perdamos la esperanza, no nos apresuremos ni juzguemos a nadie según su apariencia exterior.
Si, por ejemplo, ves a una mujer casi sin ropa o vestida de forma provocativa, no te quedes con lo que se ve por fuera: mira más hondo, hacia su alma. Tal vez se trate de un alma muy generosa, en plena búsqueda existencial, que ahora se manifiesta en esa apariencia excéntrica. O quizá posea una fuerza interior, ese impulso de provocar, de llamar la atención de los demás. Pero, por ignorancia, su anhelo ha tomado un camino errado. Piensa en lo que pasaría si esa persona llegara a conocer a Cristo… Empezará a creer en Él, y toda esa energía que hoy parece desorden se volverá hacia Él. Hará todo por atraer la Gracia de Dios. Y puede que llegue a santificarse.
Es como un reto para nuestro ser tratar de hacer que los demás se vuelvan buenos. En realidad, nosotros quisiéramos ser buenos, pero, ya que no lo conseguimos, esperamos que los demás lo hagan y nos centramos en ello. Y, cuando tendríamos que dirigir nuestra energía a la oración, lo que hacemos usualmente es enfadarnos, rebelarnos y juzgar a los otros.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, p. 311)