Palabras de espiritualidad

Por qué debemos confesarnos

    • Foto: Tudorel Rusu

      Foto: Tudorel Rusu

Translation and adaptation:

Queda claro que cada hombre que peca —y es bueno reconocer que todos lo hacemos y que no hay en este mundo un solo hombre sin faltas— necesita confesarse, para que Dios le absuelva del castigo por su pecado.

David escribió el Salterio, en el cual nos habla de sus debilidades y sus pecados. Al lamentarse por todas las faltas cometidas, nos demuestra que el sufrimiento es el único testimonio que le puede enseñar algo al hombre. En el salmo 31 encontramos estas reveladoras palabras: “Dichoso aquel a quien se le ha perdonado la culpa y se le ha cubierto su pecado, dichoso aquel a quien el Señor no le tiene en cuenta su delito y no tiene dobles intenciones” (1-2). Este salmo fue escrito después de que le fuera perdonada su falta, después de haber confesado esa iniquidad, y demuestra un estado de júbilo y alivio, experimentado por el alma después de confesar su pecado. Veamos cómo describe David su situación anterior, en palabras del mismo salmo: “Mientras yo no confesaba, mi cuerpo se agotaba de gemir todo el día; de día y de noche Tu mano pesaba sobre mí, mi savia se secaba al ardor del verano” (3-4).

Una cosa queda clara: en tanto no se había confesado, David no tenía paz y su conciencia seguía con la carga del pecado. Luego, cada hombre que peca —y es bueno reconocer que todos lo hacemos y que no hay en este mundo un solo hombre sin faltas— necesita confesarse, para que Dios le absuelva del castigo por su pecado. ¿Qué más dice David en el mismo salmo? “Te he confesado mi pecado y no oculté mi falta; yo dije: Confesaré mis faltas al Señor, y Tú me has absuelto de todos mis delitos”, Este testimonio bíblico, manifestado por el mismo David, nos demuestra que todos necesitamos confesar nuestros pecados, porque solamente así podremos recibir el perdón divino y ser absueltos de nuestras faltas. El salmista nos hace también esta exhortación: “Por eso los fieles te suplican el día de la desgracia, y así, aunque las aguas se desborden, no los alcanzarán”.

(Traducido de: Părintele Arsenie BocaLupta duhovniceasca cu lumea, trupul și diavolul, ediție revizuită, Editura Agaton, Făgăraș, 2009, pp. 62-63)