Por qué debemos esforzarnos en hacernos humildes
La vanagloria nos vacía por completo. Cuando hacemos algo solamente para que los demás nos aprecien, nos quedamos vacíos en el interior.
El alma enferma de soberbia es ajena a la vida eterna. ¡Finalmente, el egoísmo es una total ignominia! La vanagloria nos vacía por completo. Cuando hacemos algo solamente para que los demás nos aprecien, nos quedamos vacíos en el interior. Todo lo que hagamos, hagámoslo para agradarle a Dios, desinteresadamente, sin vanidad, sin orgullo, sin egoísmo, sin, sin, sin… Si cantas en la iglesia o en el monaserio, y sabes que tienes una voz hermosa, cántale a Dios, sin pensar en los demás que puedan escucharte. ¿Es posible? Sé que no es fácil. Es muy difícil. Por eso es que muchos de los que cantan en la iglesia terminan extraviándose. Me atrevería a decir que la mayoría de personas que cantan hermosamente en el coro tienen un gran egoísmo. No todas, pero sí la mayoría. Sin embargo, cuando tienes humildad, aunque leas o cantes bellamante, no te dejarás influir por quienes te escuchan. “¿Y qué ocurre si leo o canto bellamente, y me escucha mi stárets?”, me dirás. No pasa nada, si eres humilde.
Debemos hacernos buenos, sin importar los sacrificios que esto implique. Esta es también mi lucha diaria. Pero todas mis dolencias vienen a azotarme y no puedo hacer gran cosa. Pero sigo luchando. Quiero hacerme bueno para Dios y alabarlo con amor, con fervor. Me esfuerzo, pero no consigo nada. Con todo, esto me da la satisfacción de que, finalmente, me esmero en amar a Cristo. No lo he logrado, pero ese es mi anhelo.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, p. 260)