Palabras de espiritualidad

Por qué debemos huir de la avaricia

    • Foto: Ioana Stoian

      Foto: Ioana Stoian

Translation and adaptation:

La avaricia no permite que quienes la aman gocen de un estado mejor que el de los condenados a trabajar en las minas de sal.

La avaricia no permite que quienes la aman gocen de un estado mejor que el de los condenados a trabajar en las minas de sal. Para entender qué desdichados son, escuchen, por favor, cómo ocurre con unos y con otros. Sabemos que las minas de sal tienen en sus oscuras entrañas mil y un recovecos. El minero recibe, cuando entra a trabajar, una lámpara y una piqueta. Además, carga con él una pequeña botella con aceite para la lámpara, porque, como dije antes, en la mina todo el tiempo reina la oscuridad. Cuando viene el momento de consumir sus míseras provisiones, el condenado no sabe ni qué hora es. Pero, el capataz, siempre atento, hace que su voz resuene en aquellas profundidades, anunciando que el día se ha terminado. ¿No nos estremece tal escena? Veamos ahora si los avaros no enfrentan sufrimientos más crudos que estos. Tienen un capataz aún más severo —la avaricia— , duro en la medida que sus cuerpos tienen engrilletadas sus almas. Y la oscuridad en la que viven es aún más terrible que la de la salina: a donde vayan, se la llevan con ellos. El ojo de su alma se ha apagado. Así que Cristo los considera completamente desdichados, cuando dice: “Si la luz que hay en vosotros es oscuridad, entonces ¿qué son las profundidades de la oscuridad?”. Al menos, los mineros tienen una lámpara que los ilumina. Los avaros ni siquiera esto tienen, así que cada paso que dan les hace caer al abismo. Cuando llega la noche, los mineros salen a la luz, refugiándose en la morada siempre abierta para las miserias del día, es decir, el sueño. Por su parte, los avaros carecen de este privilegio, por su misma codicia. Incluso de noche las preocupaciones no les dejan en paz y, sin que nadie los perturbe, aún en medio de la tranquilidad más profunda ellos siguen carcomiéndose por dentro.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cuvinte alese, Editura Reîntregirea)

 

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