Cuando tu alma está triste, hay veces que sientes que quisieras morir. ¡Es fácil morir, no cuesta nada…! Pero, ¿estás preparado para ello? Porque después de la muerte toda tu vida es sometida a juicio (ver Hebreos 9, 27). Luego, tienes que reconocer que no estás preparado para morir, y que, si la muerte viniera a por ti en este mismo instante, un fuerte estremecimiento recorrería todo tu cuerpo y no podrías dejar de temblar. Luego, ¡no hables en vano, hermano!  No digas: “¡Lo mejor para mí sería morir!”, sino: “¿Cómo puedo prepararme cristianamente para recibir la muerte, cuando esta venga a por mí?”.

Que el Señor nos conceda que, después de morir, no cese nuestro vínculo fraterno con nuestros amigos y familiares, para que el amor no se extinga con la muerte, sino que siga ardiendo como una refulgente llama, y el verdadero recuerdo eterno de los difuntos permanezca en nosotros hasta el fin de nuestros días.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Cum ne mântuiește Dumnezeu, Editura Sophia, București, 2012, p. 9)