¿Por qué exaltamos a la Madre del Señor?
¿Veneramos a la Madre del Señor con una veneración propicia, sabedores de que no es suficiente, conscientes de todo lo que ella es para nosotros?
Hablamos con la Madre del Señor y le decimos: “¡Sí, Madre, te glorificamos!”. Te glorificamos porque “eres más venerada que los querubines”, es decir, más exaltada que quienes están cerca de Dios, esos seres celestiales que se llaman querubines y que lo alaban a Él todo el tiempo. También hay otros seres que glorifican a Dios, desde su cercanía con Él: los serafines. Y le decimos a la Madre del Señor: “en verdad, eres incomparablemente más gloriosa que los serafines”. Sí, Virgen Madre, estás en un lugar más alto que los querubines y los serafines, porque “sin mancha, al Dios-Verbo diste a luz” y, por eso, a ti, “Madre de Dios, te glorificamos”. . .
Hoy en día recibimos el llamado a exaltar a la Madre del Señor. Y no es que nos llame alguien en específico, sino que nosotros mismos lo hacemos, cuando decimos: “Glorifica, alma mía, a aquella que nació de una mujer estéril, a la Virgen María”. ¿Respondemos correctamente a ese llamado? ¿Nos acordamos de la Madre del Señor como debemos hacerlo? ¿Veneramos a la Madre del Señor con una veneración propicia, sabedores de que no es suficiente, conscientes de todo lo que ella es para nosotros?
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului, Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, p. 30)