Palabras de espiritualidad

¿Por qué no ponemos todo nuestro ser al servicio de la oración que elevamos a Dios?

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

El Señor dijo: “Dios es Espíritu, y Sus adoradores han de adorarlo en espíritu y en verdad” (Juan 4, 24).

Cuando le pedimos a una persona que haga algo por nosotros, sabiendo que tiene la capacidad de hacerlo, nos dirigimos a ella y le decimos: “¡Ayúdame con esto y esto! ¡Sé que tienes las fuerzas para hacerlo!”. Confiamos totalmente en esa persona y le rogamos que nos brinde su auxilio.

Y, a pesar de lo anterior, cuando tenemos que pedirle algo a Dios, lo hacemos sin atención, como cumpliendo un requisito formal… y, al terminar, sentimos como si hubiéramos hecho una oración completa. Pero, de hecho, ni siquiera estuvimos presentes en nuestra oración (sea porque preferimos recordar la ofensa que alguien nos hizo, o tal vez nos pusimos a esbozar el plan de algo que queremos realizar en el futuro inmediato, etc.).

Por eso fue que el Señor dijo: “Dios es Espíritu, y Sus adoradores han de adorarlo en espíritu y en verdad” (Juan 4, 24). En consecuencia, el espíritu tiene que estar siempre presente.

(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea Vitovnița, Cum îți sunt gândurile așa îți este și viața, Editura Predania, București, 2010, p. 162)