Palabras de espiritualidad

¿Por qué nos gusta tanto juzgar y condenar al otro, en vez de ver nuestras propias faltas?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿Por qué nos interesa lo que haga el otro? ¿Por qué insistimos en asumir las cargas de los demás? Hermanos, cada uno de nosotros tiene suficiente de qué preocuparse; cada uno debe examinarse a sí mismo y reconocer sus propias faltas.

No hay pecado más grave y más dañino que juzgar o condenar a nuestros semejantes. ¿Por qué mejor no nos juzgamos a nosotros mismos y a nuestras propias faltas, esas que conocemos bien y por las que habremos de rendir cuentas ante Dios? ¿Por qué usurpamos el juicio de Dios? ¿Qué podríamos atrevernos a pedir de la creación de Dios? ¿Acaso no nos estremece recordar lo que le pasó a aquel gran asceta de la antigüedad? Cuando escuchó que un hermano había caído en pecado carnal con una mujer, lo primero que pensó fue: “¡Qué cosa tan mala hizo!”. ¿Y cómo sigue este estremecedor relato del Paterikón? Que un ángel de Dios le llevó el alma del que había pecado, y le dijo: “Como puedes ver, el hombre al que juzgaste acaba de morir. Ahora dime, ¿a dónde corresponde llevar su alma, al Cielo o al infierno?”. ¿Hay alguna culpa más terrible que esta? ¿Qué significan esas palabras del ángel?  “Ya que eres quien juzga a justos y pecadores, ¿qué ordenas que haga con esta miserable alma? ¿Te apiadas de ella o es mejor castigarla?”. Sobrecogido, el anciano paso el resto de su vida en una profunda contrición, llorando por su pecado y haciendo un sinnúmero de sacrificios y trabajos, con los cuales le pedía a Dios que le perdonara. Y así fue como se hizo digno de la misericordia divina.

Entonces ¿por qué nos interesa lo que haga el otro? ¿Por qué insistimos en asumir las cargas de los demás? Hermanos, cada uno de nosotros tiene suficiente de qué preocuparse; cada uno debe examinarse a sí mismo y reconocer sus propias faltas. Solamente a Dios le concierne lo otro, solo Él sabe cómo y a quién enmendar o castigar; solamente Él conoce el estado, las fuerzas, la situación, los carismas, el carácter y las posibilidades de cada uno de nosotros.

(Traducido de: Glasul Sfinților Părinți, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, pp. 8-9)