Predicar con el silencio
Hay un silencio de los apotegmas, con el cual los ancianos ascetas egipcios hablaban mucho más que con los pasajes que nos han quedado de ellos. Ese “silencio hablante” es el espíritu que se revela más allá del sonido de la palabra.
Estudiando la diversa temática de estos “textos espirituales”, Lucien Regnault subraya un silencio de los apotegmas, con el cual los ancianos ascetas egipcios hablaban mucho más que con los pasajes que nos han quedado de ellos. Ese “silencio hablante” es el espíritu que se revela más allá del sonido de la palabra. El abbá Pimeno decía del abbá Nisetro: “Como la serpiente de bronce hecha por Moisés para poder sanar al pueblo, así era el anciano: tenía toda la virtud y sin decir nada sanaba a todos”. El abbá Pamvo respondía así a sus discípulos, sorprendidos por el profundo silencio que este guardó cuando vino a visitarlo el arzobispo Teófilo de Alejandría: “Si mi silencio no le es de provecho (al arzobispo), tampoco lo habrían sido mis palabras”. San Antonio producía una extraordinaria impresión en todos aquellos que se le acercaban: “Con solo verlo”, dice su biógrafo, “los demás se beneficiaban del poder que manaba de él como de Cristo Mismo” (Viețile Sfinților pe luna ianuarie ⁅Las vidas de los santos. Mes de enero⁆, Editura Episcopiei Romanului și Hușilor, 1993, p. 307).
(Traducido de: Arhimandritul Nichifor Horia, Duhovnicia Patericului, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 18-19)