A propósito de la caridad espiritual
Llevemos el mundo a la iglesia, al confesor, a Cristo. No es necesario ofrecer dinero ni obsequios, sino a Cristo, que es más precioso que todo eso
Practica la caridad espiritual cada día, aunque no tengas cómo practicar la caridad material. ¿En qué consiste la “caridad espiritual”? En tomar un libro santo o el Nuevo Testamento e ir a visitar a algún cristiano enfermo, a una ancianita o a un pobre, para leerles algún capítulo de aquel libro o hacer alguna oración juntos, un acatisto o la paráclesis a la Madre del Señor. Con esto se alegrará el enfermo y también tú, por haberle llevado ese consuelo. Luego, practica la caridad, no con dinero, sino sin él, porque es más grande la caridad espiritual, como consolar a alguien, visitar a un enfermo y llevarle un libro de provecho, o regalarle una crucecita, o, especialmente, acompañar a la iglesia a cualquier familiar tuyo —tu esposo, tu esposa, tu hijo, o tu hija— que talvez no se han confesado desde hace mucho tiempo.
Luego, llevar a la iglesia a alguien que no se ha confesado desde hace mucho, ¡esa es la caridad más grande! Para que sea lavado, purificado y reconciliado. O exhortar a alguien a ir el domingo a la iglesia, o pedirle que no trabaje ese día, o animar a alguien a que vaya al hospital (y visite a los enfermos), o pedirle a otro que se reconcile con su esposa o con sus hijos. Llevemos el mundo a la iglesia, al confesor, a Cristo. No es necesario ofrecer dinero ni obsequios, sino a Cristo, que es más precioso que todo eso. ¿Has visto cuántos actos de piedad puedes practicar?
(Traducido de: Mi-e dor de Cer, Viața părintelui Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, p. 521)