A propósito de las Bodas de Caná
¿Acaso quiso decirle: “¡Haz algo para que estas personas puedan seguir bebiendo hasta embriagarse y caer al suelo!”?
Quisiera subrayar un aspecto importante: Cristo asistió a una boda pobre. Las personas de aquella aldea se reunieron en una pequeña casa, ávidos de regocijo —no de bebida, por supuesto, sino de amistad, de luz, de calor, de ternura—, y empezaron con su modesto festejo. Y, como era de esperar, muy pronto se terminó la comida que se había preparado y el vino fue consumido también. Entonces, la Madre del Señor viene y le hace saber a su Divino Hijo que ya no hay vino. ¿Qué quiso decirle con esto? ¿Acaso quiso decirle: “¡Haz algo para que estas personas puedan seguir bebiendo hasta embriagarse y caer al suelo!”? No. Ella observó que sus corazones deseaban fervientemente participar de la alegría, del regocijo, de ese sentimiento que te hace olvidar todas las cargas del mundo y todo lo duro y difícil de la vida, que sus corazones estaban llenos de anhelo por permanecer en el reino de ese amor de los novios, de contemplar la visión celestial de la ternura.
(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Taina Iubirii, Editura Sophia, 2009, p. 105)