Cuando el recuerdo de Dios viene a la mente del hombre, su corazón se enciende de amor por Él y de sus ojos brotan abundantes lágrimas. Porque, usualmente, el amor se manifiesta con las lágrimas que derramamos al acordarnos de quienes amamos. Por eso es que el hombre tiene el llanto, especialmente porque nunca le faltará algo que le haga pensar en Dios. Hasta puede llegar a hablar en sueños con Él. Y es que el amor suele hacer cosas como esta. Tal es el nivel de perfección que pueden alcanzar las personas en su vida.

(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoinţă, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 388)