Un espetón de hierro dejado al fuego terminará encendiéndose. Aunque esté hecho de hierro, necesita del calor y la luz, cualidades esenciales del fuego, para encenderse. Se transforma cuando lo ponemos al fuego. Esto es válido también para el caso de las personas que abren sus corazones a Dios cuando oran y les demuestran a sus semejantes el amor de Cristo. Cuando la persona encuentra la cura para las heridas de sus pecados y crece en su calidad de cristiana, goza más de la salvación de Dios.

Nuestro Salvador recalcó que quienes le siguen deben ser perfectos, como lo es también su Padre que está en los Cielos. Luego, nos queda un largo camino por recorrer (Mateo 5, 48). En la Iglesia Ortodoxa nosotros llamamos a ese proceso theosis, que es el progreso en la santidad y en la unificación con el Señor. Podría decirse que nos volvemos como un hierro dejado en el fuego encendido. Como dijo el Santo Apóstol Pedro, nos volvemos “partícipes de la naturaleza divina” por medio de la Gracia (II Pedro1, 4), aunque sigamos siendo esos mortales que necesitan despojarse de sus sandalias y postrarse hasta el suelo ante el Señor. Él es Dios Todopoderoso, algo que, ciertamente, nosotros no somos. 

(Traducido de: Pr. Prof. Philip LeMasters, Credinţa uitată. Vechi adevăruri din Răsăritul creştin pentru creştinii contemporani, Traducere din engleză MĂDĂLIN ENCIU, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 42-43)