Palabras de espiritualidad

“¡Quisiera tener más fuerzas, pero Dios no me las da!”

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Para que el hombre aprenda, muchas veces Dios le deja indefenso. Por eso, te suplico que conserves ese sentimiento de indefensión, hagas lo que hagas, pidiéndo el auxilio divino.

“¡Quisiera tener más fuerzas, pero Dios no me las da!”. ¡Y no esperes que te las dé! Desde el principio, Él te dotó —de una vez y para siempre—, con determinadas fuerzas, tanto físicas como espirituales. Son pocas, lo sé, por eso es que necesitas de Su auxilio. Sin embargo, el Señor no fortalece al hombre desde antes, dándole fuerzas “de reserva”, sino en los momentos de necesidad. ¿Cómo así? Cuando alguien se esfuerza en realizar determinada cosa y observa que no puede terminarla, le pide Su auxilio a Dios. Y la ayuda viene; pero, cuando el individuo termina su labor, se va. Y el hombre queda nuevamente débil, como antes. Posteriormente, cuando aparece otra situación en la que necesita de la Gracia de Dios, esta se le otorga nuevamente, para después volver a cesar. Este ciclo se repite siempre. ¡Pero aquel que no hace nada, el que no se esfuerza hasta el cansancio y no pide la ayuda de Dios, ése no tiene cómo recibir la Gracia!

Asimismo, quien cree que sus logros se deben a sus propias fuerzas y capacidades, se engaña. Entonces, para que espabile, Dios le corregirá algunas veces. ¿Cómo? Cuando el individuo se ponga a trabajar en algo aparentemente sencillo, diciéndose:“¡Esto es un juego para mí!”, cuando menos lo piense se dará cuenta de que no puede hacer nada. Repentinamente, con el permiso de Dios, sus capacidades y fuerzas, en las que tanto confiaba, habrán desaparecido. Entonces se verá forzado a humillarse y llamar a Dios.

Así, para que el hombre aprenda, muchas veces Dios le deja indefenso. Por eso, te suplico que conserves ese sentimiento de indefensión, hagas lo que hagas, pidiéndo el auxilio divino. ¡Y al terminar lo que tienes que hacer, mantén ese sentimiento que ha de otorgarte mucha humildad!

(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Călăuzire către viața duhovnicească, Editura Egumenița, Galați, pp. 91-92)