invocar a Dios
 

Invocando el poder de nuestro Señor

Clama así: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”, aun sin mover tus labios, pero gritando en tu mente, porque Dios escucha incluso a los que callan.

El clamor del hombre que implora el auxilio divino

No hay otro camino para que el hombre conozca su identidad, su imagen creada según el Arquetipo divino, que experimentar la dolorosa apertura a la acción de la Gracia, al misterio de la conformación del Cuerpo de Cristo, la Iglesia del Dios vivo.

¡Acuérdate de tu Dios, tu protector!

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Amparo de mi vida es el Señor, ¿ante quién temblaré?” (Salmos 26, 1-2).

El auxilio de Dios siempre se hace presente

Un solo pensamiento de pecado puede empezar a roer tu mente como un gusano, llegando a corromper enteramente tu alma sin que apenas te des cuenta.

El incienso que cuida nuestros corazones

El incienso de la oración protege al corazón de los pensamientos impuros y las pasiones.

La lucha interior requiere la invocación del auxilio divino

Esto es lo que dicen los Santos Padres: “Dios le da la oración al que ora”, y todos tenemos que orar, con nuestra boca y también con nuestra mente.

Todo momento es propicio para llamar a Dios

“Porque de Él y por Él y para Él son todas las cosas. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Romanos 11, 36).

Para no olvidarnos de Dios

Rechazar las pruebas y las tribulaciones debilita la capacidad de sacrificio del corazón, porque el descanso y el confort facilitan que nos olvidemos del Señor.

Seamos sinceros con nuestro amigo más querido e incondicional

Enamorémonos del nombre de Jesús, teniéndolo siempre presente en nuestra vida, y así participaremos con Él de la vida eterna.

Tres manantiales de inspiración para la vida cristiana

Invocando el Nombre del Señor, nos presentamos ante Él, y Su sola presencia es inmensamente santificadora y vivificadora.

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