¡Qué cerca de nosotros está nuestro Dios!
A partir de este suceso entendí cuán cerca está el Señor del hombre pecador y lo poco que tarda en responder a nuestro llamado humilde y sincero pidiendo Su auxilio.
Un día, mientras caminaba por el campo con dirección al campamento Ustiijorsk, en donde estaba asentado nuestro batallón, cerca de la aldea Kolpino, con la intención de enviar por correo algo de dinero al Santo Monte Athos, repentinamente y de la nada apareció frente a mí un enorme perro con la evidente intención de atacarme. Asustado, solamente alcancé a clamar: “¡Ten piedad de mí, Señor!”. En ese mismo instante, ina fuerza invisible levantó al perro y lo envió lejos de mí. Cuando se repuso de su aturdimiento, el perro se levantó y, eludiéndome, se dirigió hacia Kolpino. Pocos días después, me enteré de que en aquella ciudad el perro atacó a muchas personas.
A partir de este suceso entendí cuán cerca está el Señor del hombre pecador y lo poco que tarda en responder a nuestro llamado humilde y sincero pidiendo Su auxilio.
(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Ed. Deisis, Sibiu, 2000, p. 207)