Los frutos de la invocación divina en nuestra vida
Dios no pide únicamente que estemos atentos a nuestro cuerpo al orar, sino también que practiquemos el discernimiento, la lucidez y la oración desde el corazón.
Cuando veamos que los pensamientos arteros e impuros se multiplican en nuestra mente y en nuestro corazón, lo que tenemos que hacer es arrojar en medio de ellos el nombre de nuestro Señor Jesucristo, e inmediatamente se disiparán como el humo en el viento. Esto nos lo enseña la experiencia misma.
Mientras se acuerde de Dios y lo invoque, nuestro corazón se hará manantial de vida. Pero si se aparta de la invocación del auxilio divino, se hará fuente, pero de muerte, porque lo único que brotará de él serán cosas malas. Dios no pide únicamente que estemos atentos a nuestro cuerpo al orar, sino también que practiquemos el discernimiento, la lucidez y la oración desde el corazón.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovniceşti pentru vremelnicie şi veşnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 119)