Palabras de espiritualidad

¡Estemos atentos a la forma en que pronunciamos el nombre de Dios!

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El hombre que pronuncia el nombre de Dios en vano, no solo está tentando a su Dios, sino que también, en vez de piedad, lo que merece es el castigo. ¡Qué tristeza, condenarse con palabras santas!

La oración nos enseña cómo es Dios. Por ejemplo, el “Rey Celestial” nos revela a Dios presente aquí, entre nosotros: “Quien estás en todas partes y todo lo llenas”. Estás aquí, también en mí interior, para mí y conmigo. “¡Perdóname, purifícame, ven a vivir en mí!”-

Cuando lo llamo así, mis pensamientos se tranquilizan. Sin embargo, todos tenemos que pronunciar esas palabras con el corazón, sabiendo que no se trata de palabras vacías. Porque, el que no cree y las pronuncia, está orando en vano. Y el hombre que pronuncia el nombre de Dios en vano, no solo está tentando a su Dios, sino que también, en vez de piedad, lo que merece es el castigo. ¡Qué tristeza, condenarse con palabras santas!

Que no nos asombre ver a tantos cristianos viviendo en un constante estado de irascibilidad y agitación. De hecho, hay quienes se sienten más irritados después de orar. Probablemente, son personas que oran cuando están sumergidas en un estado de turbación, razón por la cual no pronuncian sus plegarias con todo el corazón, con esperanza y amor. Por eso es que, en vez de ayudarse, se condenan.

El discernimiento viene cuando pensamos que Dios está aquí y en todas partes, escuchándonos, atendiéndonos. Él nos ordenó que oráramos. Esta idea es algo que provenga exclusivamente de nosotros.

(Traducido de: Ieromonahul Savatie BaștovoiPuterea duhovnicească a deznădejdii, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2014, pp. 37-38)