Palabras de espiritualidad

Recomendaciones de un padre espiritual para el Año Nuevo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

¡Esto es lo que les recomiendo para el Año Nuevo! Agradezcámosle a la Santísima Trinidad y a la Madre del Señor, quien intercede por todo el mundo, por habernos permitido vivir un año más. Decidámonos con el corazón a empezar desde cero y pasar el año que viene con Dios, viviendo de una forma auténticamente cristiana.

Desde el mismo día del Año Nuevo, nuestra principal preocupación debe ser otra. Lo más importante es renovar nuestra vida, y decidirnos, con cada año que empieza, a renunciar al menos a una de esas pasiones que nos dominan quién sabe desde cuándo, y reemplazarla con una virtud. Perdonemos las ofensas de quienes nos han hecho el mal; perdonemos a todos, para poder empezar el nuevo año con el corazón puro y con fe en Dios. Que el cambio de año no nos sorprenda bebiendo o en quién sabe qué clase de fiestas. Porque, si empiezas bien desde el primer día —porque un buen día se manifiesta desde el amanecer—, así transcurrirá todo el año.

¿Qué es lo que ocurre actualmente? Un simple recorrido por calles y poblados es suficiente para darte una idea. ¡Es como si el infierno se hubiera instalado en este mundo! ¡De tal manera se han acostumbrado las personas a agradecerle a Dios por haberles concedido un año más de vida! Pero ¡en el momento menos esperado, la muerte hace su aparición y aprieta al hombre por el cuello, y este es incapaz ya de confesarse, porque no puede ni mover la lengua! ¡Cómo le gustaría entonces que Dios le concediera al menos una hora más de vida! Pero es que a cada uno nos llegará ese momento final, sin avisarnos con antelación. Y, cuando esto sucede, quisieras implorar: “¡Señor, dame al menos un minuto más!”. ¡Pero no te lo dará! ¡Has tenido suficientes! ¡Dios es muy justo! Te dio el tiempo suficiente y no quisiste corregirte, arrepentirte, llorar, orar… Te dio muchos años de vida y a ti nada de eso te importó. Tristemente, comprobarás que la contrición es ya imposible cuando llega la muerte.

Luego, pensemos que, habiendo pasado un año más, con mayor razón tendríamos que postrarnos ante Dios y llorar por no haber hecho nada bueno. Además, tendríamos que agradecerle por habernos ayudado con Su misericordia y Su compasión a que viviéramos otros 365 días y llegar hasta hoy.

Todos debemos agradecerle. Todos y todo lo creado por Dios. Porque la vida, todos los seres y todos los tiempos están en manos de Dios. ¡Precisamente ahora debemos agradecerle a Él, para que no venga Su ira sobre nosotros!

Todos confiamos en la misericordia de Dios, pero a partir de cierto momento ya no nos quedará tiempo, porque la muerte vendrá a buscarnos. Vendrá la justicia de Dios, de la cual nadie puede escapar. Ni siquiera los reyes. ¿En dónde están ahora los grandes reinados? ¿En dónde están los faraones de Egipto? ¿Qué ha quedado de los grandes sultanes turcos? ¿En dónde están los gobernadores germanos? ¿En dónde están aquellos grandes reyes que hicieron temblar al mundo? ¿En dónde están las fortalezas? ¿En dónde están las grandes ciudades? ¿Qué quedó de Pompeya, en dónde está Cartagena y las demás ciudades que fueron destruidas por terremotos y erupciones?

¿En dónde están los grandes filósofos? ¿Y los grandes eruditos? ¿En dónde están aquellos que portaban cetros y cuyas coronas refulgían con el sol? ¡No queda más que polvo, tierra y ceniza de todo eso! Así es la justicia de Dios, y ¡ay de nosotros si desperdiciamos el tiempo! El gran Apóstol Pablo dice: “Aprovechad bien el tiempo presente, porque los días son malos” (Efesios 5, 16). ¡Desearemos vivir un minuto más, pero Dios no nos lo concederá! Porque vivimos descuidadamente y nos involucramos en toda clase de cosas, a cuál más trivial e inútil, como si fuéramos inmortales ¡Pero no somos más que humo! (...)

¡Esto es lo que les recomiendo para el Año Nuevo! Agradezcámosle a la Santísima Trinidad y a la Madre del Señor, quien intercede por todo el mundo, por habernos permitido vivir un año más. Decidámonos con el corazón a empezar desde cero y pasar el año que viene con Dios, viviendo de una forma auténticamente cristiana. ¡Reconciliémonos con Él antes de que la muerte venga a llevarnos! ¡Amén!

(Traducido de: Ne vorbește Părintele Cleopa, volumul IX, Editura Episcopiei Romanului, 1999, pp. 43-47)