Cuando ores, llénate de fe y esperanza, recordando que cualquier pensamiento y cualquier palabra tuya pueden, indudablemente, volverse realidad.

No hay nada imposible para Dios. Y quien al Señor se aferra, se vuelve un solo espíritu con Él.

Esto significa que ni siquiera tus propias palabras son imposibles de materializarse. Todo es posible para el que cree.

Cuida cada una de tus palabras. Cada palabra tiene un precio. Por cada palabra pronunciada en vano daremos cuentas el Día del Juicio.

Apóyate, con fuerza, en las palabras de las mismas oraciones de la Iglesia, convencido de que ninguna fue puesta ahí sin razón y con la certeza de que cada una tiene su propia fuerza, porque en cada palabra se halla el Mismo Dios hecho Trinidad, Quien está en todas partes y Quien todo lo abarca.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, În lumea rugăciunii, Editura Sophia, p.26-27)