Renunciar al desenfreno, una reconversión al cristianismo
El ídolo más terrible, ante el cual todas las personas —sin excepción— nos inclinamos en reverencia, es precisamente nuestro propio cuerpo.
Que alguien renuncie al desenfreno y a seguir cometiendo actos de lascivia, es un acontecimiento tan grande e importante como la mismísima conversión de un pagano. En general, el desenfreno es considerado por la Escritura como la suma de todos los pecados; en el Antiguo Testamento, el desenfreno es entendido incluso como una forma de idolatría (Ezequiel 16, 20; Levítico 17, 7; Levítico 20, 5).
El ídolo más terrible, ante el cual todas las personas —sin excepción— nos inclinamos en reverencia, es precisamente nuestro propio cuerpo (Gálatas 5, 19- 21). Por esta razón, Cristo, al hacer la suma de todos los pecados de la humanidad, nos llama “generación mala y adúltera” (Mateo 16, 4).
(Traducido de: Ierodiacon Savatie Baştovoi, În cãutarea aproapelui pierdut, Editura Marineasa, p. 18)