El mandamiento más general de Dios es el mandamiento del amor. Contra este se alzan tanto la maldad como la envidia, la enemistad, las pestes, las guerras, azuzadas por el maligno en el alma humana oscurecida, que deambula por la vida diaria con los ojos de la mente cubiertos, incluso ciegos, por la comodidad de la vida mundana, corpórea.

El amor a Dios es un mandamiento, que debe ser cumplido “con todo el corazón”, con “toda el alma”, con “toda la mente” y “con todas tus fuerzas”. Un mandamiento repartido entre las facultades del alma, pero dado totalitaria o colectivamente al alma como un todo.

También la conciencia y el conocimiento son algo que se da, así como el sentimiento o entusiasmo, y la voluntad o incluso la irascibilidad. El amor quiere que a quien ama viva para siempre; no puede concebir cómo el objeto de ese amor podría morir.

(Traducido de: Ieromonahul Arsenie Boca, Vreau să schimb lacrimile voastre în bucurie, Editura Agaton, Făgăraș, 2014, p. 113)