Palabras de espiritualidad

San Porfirio vuelve a unir una familia que estaba separada

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿No quieres que te ayude a acercarte nuevamente a tu esposa e hijos?”.

Un día, mientras íbamos de camino a acasa, el Abuelito (así llamaban sus hijos espirituales a San Porfirio de Kafsokalivia, N. del T.) me relató lo siguiente:

«Un día de estos me subí a un taxi para llegar a casa. El conductor encendió el radio y puso una estación de música moderna. Amablemente, le pedí:

Por favor, ¿podrías apagar el radio? ¡No me agrada mucho este tipo de música!

Inmediatamente, Padre, me respondió.

Más adelante, le pregunté:

¿Cómo te llamas?

Basilio.

¿Tienes hijos, Basilio?

Dos, Padre.

El mayor se parece mucho a ti, ¿lo sabías?

Sí, lo sé... ¿pero Usted de dónde lo sabe?

¿En dónde viven tus hijos, Basilio?

Con su madre, en su pueblo.

¿Es decir que vives solo?

Sí, Padre... Nos separamos y yo vivo aquí, en la ciudad, y ella se quedó con los niños.

¡Eh, Basilio! ¿Y los dejas solos? ¿No vas a visitarlos?

No, Padre. Hace mucho que nos separamos y no creo que deba ir a ese lugar.

¿Por qué no? ¿No quieres que te ayude a acercarte nuevamente a ellos?

¿Cómo podría ayudarme Usted, Padre?

¡Eso es cosa mía! Tú sólo dime si aceptas, que de lo demás me encargo yo.

¡Está bien, Padre!

Entonces, le pedí que fuéramos al poblado en donde vivían su esposa y sus hijos. Cuando nos acercábamos a la casa, Basilio me dijo:

Lo siento, Padre, yo me detengo aquí.

Bien, quédate aquí.

Me bajé del vehículo y llegué caminando hasta la casa. Llamé, entré y después salí con la señora y los niños. ¡Los llevé a donde estaba Basilio y en cosa de unos minutos se reconciliaron, y la familia volvió a unirse!».

¡Cuánto te quiero, Abuelito, por lo que hiciste!

Al escuchar mis palabras, el Abuelito sólo pudo reírse con agrado.

(Traducido de: Sfântul Părinte Porfirie, Antologie de sfaturi şi îndrumări, Editura Bunavestire, Bacău, pp. 401-402)