Muy a menudo nos parece que basta con pensar: “Soy culpable, lo reconozco. Le pediré perdón a esa persona y ella tendrá que perdonarme, ya que se lo estoy pidiendo”, o viceversa. Pero, atención, que se necesita de una buena preparación. A veces, la otra persona se siente muy herida, no por lo que le estás pidiendo, sino por el peso de una vida entera. Luego, para que pueda perdonarte, necesitará sanar un segmento entero de su vida.

Me acuerdo de una persona que no podía perdonar a nadie, porque la herida en su interior era muy profunda y no había nada que la ayudara a sanar. Estoy hablando de una señora ya entrada en años, quien, cuando era apenas una adolescente, fue enviada a un campo de concentración. Fue un largo período de dolor y desesperación. Cuando tenía unos 18 o 20 años, la dejaron libre… pero como no tenía a dónde volver, se dedicó a vagar de un lado a otro. Todas las experiencias dolorosas que vivió en los años siguientes, se fueron acumulando una sobre otra, como una montaña surgida sobre el trauma vivido desde pequeña. Era una herida verdaderamente difícil de sanar.

(Traducido de: Mitropolitul Antonie de Suroj, Mai aproape de Hrisos: spovedania și iertarea, traducere din limba engleză de Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2014, p. 160)