Si el mundo entendiera el poder de estas palabras de Cristo: “aprended de Mí la humildad y la mansedumbre”, el mundo entero dejaría todas las demás ciencias y enseñanzas, y aprendería solamente esta ciencia celestial. Los hombres no conocen el poder de la humildad de Cristo, por eso se sienten atraídos por las cosas del mundo. Sin embargo, es imposible conocer la fuerza de estas palabras de Cristo, sin el auxilio del Espíritu Santo. Por eso, quien llegue a conocerla, no podrá ya separarse de este conocimiento, aunque le ofrezcan todas las riquezas del mundo.

¡Señor, concédeme Tu humildad, para que more en mí Tu amor y Tu santo temor venga a mi interior! Dura es la vida sin el amor a Dios: el alma vive entre tinieblas y en pesadumbre; pero, cuando viene el amor, la alegría del alma es imposible de describir, Mi alma anhela alcanzar la humildad de Cristo y suspira por ella día y noche, gritando a veces: “¡Mi alma suspira por Ti, y entre lágrimas te busco!”.

(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, p. 62)