Palabras de espiritualidad

Si no hay amor, lo que hay es temor

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Ahí donde hay desobediencia a los mandamientos de Dios, lo que hay es temor. Y el temor le arrebata las fuerzas al hombre. Lo rebaja y lo somete.

Nosotros, como criaturas de este mundo, tenemos que ver todas las dimensiones de la vida y solo así seremos conscientes de la veracidad de esta frase: “El amor perfecto aleja el temor”. Cuando el amor está presente, el temor se queda sin sitio. Pero, cuando falta el amor, el temor se enseñorea.

¿De dónde proviene el temor? De la falta de amor. Y el amor, ¿de qué está hecho? Dejemos que sea el Apóstol quien hable: “Tenemos junto al Padre un defensor, Jesucristo, el justo. Él se ofrece en expiación por nuestros pecados; y no sólo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. Sabemos que le conocemos en que guardamos Sus mandamientos” (I Juan 2, 1-3).

Una vez el mandamiento de Dios es quebrantado, el amor huye como un ave, vuela desde el corazón de aquel que infringió el mandamiento, y el lugar del amor es ocupado por el temor. El temor no es algo que esté separado de la desobediencia, del pecado y del irrespeto a los mandatos divinos.

¿Entendemos ahora por qué Adán sintió temor y corrió a esconderse para no ver el rostro de Dios? Temió, porque había quebrantado el mantado de Dios. ¿Entendemos ahora porque el hombre le teme al hombre y un pueblo a otro pueblo?

Tal como fue entonces, lo es ahora. Ahí donde hay desobediencia a los mandamientos de Dios, lo que hay es temor. Y el temor le arrebata las fuerzas al hombre. Lo rebaja y lo somete.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Omilii despre pocăință, dragoste și optimismEditura Doxologia, Iași, 2016, pp. 80-81)

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