Palabras de espiritualidad

Sobre el esfuerzo necesario para alcanzar la oración verdadera

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

La oración no se alcanza sin esfuerzo. Los santos de Dios oraban aún sin palabras.

¡Gloria a Ti, Señor! ¡Cuánto me alegra que la oración haya conseguido conmoverte! Tu ángel custodio fue quien vino a sacudirte, para que sepas que debes orar, incluso leyendo . Porque en nuestras oraciones no hay ningún palabrerío vano. Es siempre la misma idea, “Señor, ten piedad”, pero de distintas formas, de acuerdo a nuestra debilidad.

No podemos compararnos con Macario de Egipto. En los estados gratíficos que reseña en su propia experiencia, no sólo no se detuvo a ver la luz, sino que se refugió en un rincón apartado y ahí permaneció en humillación, en el fuego divino y en la luz. Sólo el amor al prójimo le hizo salir de aquel retiro, para aconsejar a unos y consolar a otros. ¿Cómo fue que alcanzó ese nivel? ¿Acaso se atrevió a empezar de una vez con oraciones breves? No. La oración no se alcanza sin esfuerzo. Los santos de Dios oraban aún sin palabras. Y no porque no quisieran leer oraciones, sino porque la fuerza interior de la oración les ataba la lengua, mientras ellos permanecían frente a Dios, largamente, días y noches, sin apenas moverse, sin desfallecer y sin sentir la necesidad de comer o dormir. Si, imitándolos, nos decidimos a repetir su canon, es decir, si dejamos de hablar mucho (en la oración), entonces sigamos también su ejemplo, permaneciendo largamente con una oración breve. Cuando son muchas oraciones, de alguna manera nos detenemos en ellas. Sin embargo, si no tenemos a la mano un libro de oraciones, podemos hacer algunas postraciones y es suficiente.

(Traducido de: Sfântul Teofan ZăvorâtulÎnvățături și scrisori despre viața creștină, Editura Sophia, București, 2012,