Palabras de espiritualidad

Sobre la veneración de los íconos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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El castigo de los pecadores es la consecuencia de la iniquidad de los descreídos y los viles. Porque rechazan a Dios y se atan a los demonios. Así, jurando con falsedad, desprecian la piedad.

Puede que algún incrédulo, buscando cómo polemizar, nos contradiga, diciendo que nosotros, al entrar a la iglesia y besar los íconos, podemos ser acusados de adorar ídolos. ¡Que a nadie se le ocurra pensar así! Porque esta es la fe de los cristianos: nuestro Dios verdaderamente obra con Su poder, y nosotros no veneramos simples imágenes pintadas, sino que, teniendo en mente el prototipo, viendo lo invisible por medio de lo visible, lo exaltamos como si estuviera presente. Pero no creemos en un Dios que no está presente, sino en Uno que lo está en verdad. Lo mismo ocurre con los santos, de quienes creemos que están y viven con Dios, porque sus almas se han santificado y con la fuerza de Dios ayudan a quienes son dignos de recibir su auxilio.

Está escrito: “Nuestro Dios creó todo lo que quiso, en cielos y tierra, testimonio y belleza ante Él, santidad y piedad en Su santidad. “Mas los dioses de los pueblos son demonios y obra de las manos de los hombres”. Por tal razón, quienes creen en esos dioses terminan perdiéndose. ¿Por qué? Porque derraman sangre con sus asesinatos, con el robo y la artería, la corrupción y la incredulidad, la turbación y el perjurio, el bullicio estremecedor, el descuido de los dones, la perversión de las almas, la modificación de las leyes naturales, el libertinaje, el adulterio y el desenfreno. Porque la religión de los ídolos anónimos radica en la riqueza, que es causa y final de todos los males de nuestros tiempos. Porque, en su alegría se vuelven locos, o hacen profecías falsas, o viven de forma perversa, o son prontos para maldecir.

Y es que los que creen en ídolos hechos de materia son adeptos a jurar en vano y no soportan que les señalen. Y de ambas partes reciben castigo. Porque no es la fuerza de los necesitados, sino el castigo de los pecadores, la consecuencia de la iniquidad de los descreídos y los viles. Porque rechazan a Dios y se atan a los demonios. Así, jurando con falsedad, desprecian la piedad.

Cristo, nuestro Dios, el manso y cierto, con Su paciencia dispone de todo lo creado con misericordia, porque Suyo es todo y a Él se debe toda gloria, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele MinunatCuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 101)

 

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