¡Sonríe y enséñale a tu hijo a sonreír!
La sonrisa es la primera señal de amor que le transmitimos a los demás. Sonríe y enséñale a tu hijo a hacerlo. Descubrirás, así, que la vida es más hermosa. La sonrisa y la mansedumbre, siempre juntas, no deben faltar jamás en el rostro y el alma del padre de familia.
La sonrisa —esa que viene del corazón, que transmite el mensaje “me alegro”— no debe faltar jamás del rostro de los padres de familia. ¡Qué hermosas son las personas cuando sonríen! Sobre todo, cuando lo hacen de forma natural. Con todo, hasta una sonrisa de servilismo es preferible a un rostro lleno de acritud.
La sonrisa es la primera señal de amor que le transmitimos a los demás.
Así pues, sonríe. Aprende a sonreír con frecuencia.
Sonríele siempre a tu hijo y él aprenderá a hacerlo también.
Sonríele cuando lo amamantas, cuando le hablas, cuando juegas con él, cuando lo bañas y cuando lo vistes.
Sonríele cada vez que tu mirada encuentra la suya.
Un gesto de pesadumbre, de dureza o de oscuridad lo que hace es llenarlo todo de pesadumbre, dureza, oscuridad...
Un rostro sonriente, luminoso y feliz atrae justo lo que lleva consigo: sonrisa, luz, alegría.
Sonríe y enséñale a tu hijo a hacerlo. Descubrirás, así, que la vida es más hermosa. La sonrisa y la mansedumbre, siempre juntas, no deben faltar jamás en el rostro y el alma del padre de familia.
(Traducido de: Michiela Poenaru, Eu te-am făcut, eu te omor. Ghidul bunelor maniere pentru părinţi, Editura Coresi, București, 2010, pp. 158-159)