¿Soy un cristiano verdadero o sólo de nombre?
Si conscientemente nos hacemos llamar “cristianos”, no podemos vivir sin obedecer a Cristo. ¿Cómo podemos dejar a nuestro hermano pasar hambre y sed? ¿Cómo podemos negarle precisamente eso que nos pide con insistencia: un corazón abnegado?
“Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber... estuve enfermo y en la cárcel y no me visitasteis” (Mateo 25, 42-43)
El Señor no condena aquí a los hombres por algo que hayan hecho, sino por algo que dejaron de hacer. No se trata de alguna mala acción para con sus semejantes hambrientos, enfermos, presos o solitarios. Se trata de la indiferencia ante ellos. Quienes pecan con su indiferencia han visto a estos “más pequeños de entre nosotros” en sus carencias, hambrientos, sedientos, desnudos, en prisión... y no les han ayudado con nada. Han pasado junto a ellos, junto al sufrimiento humano, junto a la pobreza, sin que les pasase por la mente intentar ayudarlos. Han ignorado los gemidos de su hermano y, aún oyéndolos, se han hecho como si no era con ellos el asunto. Pero, he aquí que esos “errores”, esas actitudes indiferentes ante el prójimo, son consideradas por Dios pecados graves.
Muchos de nosotros vivimos despreocupadamente, perdiendo la oportunidad de ayudar a nuestro hermano y aliviar su sufrimiento. No entendemos que, actuando así, pecamos ante Cristo y nos quedamos sin Él —que está presente en la persona de nuestro semejante más necesitado—, al negarle nuestro auxilio, nuestra compasión, nuestro consuelo.
Si conscientemente nos hacemos llamar “cristianos”, no podemos vivir sin obedecer a Cristo. ¿Cómo podemos dejar a nuestro hermano pasar hambre y sed? ¿Cómo podemos negarle precisamente eso que nos pide con insistencia: un corazón abnegado?
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 153)