Palabras de espiritualidad

Subiendo los peldaños al Cielo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

En vano nos esforzamos, en vano cumplimos con otros mandamientos, si no nos relacionamos con los demás. Que cada uno entienda que debe tener libre el corazón para Cristo.

Hay un mandamiento que Jesucristo repetía constantemente: “Amaos los unos a los otros”. Como vemos, a toda costa intentamos obtener ese sentimiento de amor por todos. Es difícil, en verdad. No es posible amarlos a todos, y esto es algo comprensible. ¡Pero de ninguna forma debemos odiar a nadie! Si no odias, has salido del agua y te hallas en el primer peldaño de la escalera. ¡Pero estás en lo seco! Y desde luego que los peldaños siguen subiendo hasta el amor supremo. Eres libre y tienes la posibilidad de seguir subiendo, si no tan sólo no odias. Mas esto es sólo el comienzo, aunque estés a salvo en ese primer peldaño. Pero algo santo de nosotros —al habernos creado Dios solamente para Él y ordenándomos amar— nos da también la capacidad de amar. Y eso “santo” de nosotros dice: “¿Por qué me quedo en el primer escalón? ¡Voy a seguir subiendo!”. Y ocurre que te inunda una alegría que no conocías, pero que te descansa y te empuja a llegar al tercer peldaño. Y, poco a poco, vas llegando al amor, que es el vínculo de la perfección. El Señor no dice que son treinta peldaños, como nos muestra San Juan Climaco. Él solamente dice: “¡Amaos!”. Con esto basta.

Así, cuando nos encontramos con nuestras propias debilidades, como cuando nos chocamos con la falta de educación de alguien, de dos males, tenemos que elegir el menor. “En vez de odiarle, mejor me subo al primer peldaño y no le odio”, nos decimos. Y nos aferramos con las manos al siguiente escalón. Porque si te prendes del siguiente peldaño, es que está al alcance. Es un mandato. No tenemos permitido comentar. Lo que debemos hacer es entablar relaciones de al menos un “Buenos días”, y no odiar a nadie. En vano nos esforzamos, en vano cumplimos con otros mandamientos, si no nos relacionamos con los demás. Que cada uno entienda que debe tener libre el corazón para Cristo. Porque hay un adversario que suele esconderse en la zona del corazón, con tal de apartar a Cristo de aquel lugar. Y Cristo no quiere estar con ese enemigo. Porque no hay vínculo posible entre el bien y el mal. El Señor dice: “¡Dame tu vida y todo tu ser!”. El demonio dice: “¡A mí dame solamente un dedo!”. Porque con un dedo él te puede dominar por completo. Y se viene a quedar a tu lado, apartando a Cristo, si le ofreces tan sólo una uña...

(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie Papacioc, Volumul 3, Taina Iubirii, Editura Mănăstirii Sihăstria)