Todo lo que representa la bondad del hombre
La bondad es una flor, una esencia de la vida moral; es, además, la señal de que venimos de un lugar que no es te este mundo.
La vida es tal cual la conocemos: llena de giros, vueltas, contradicciones, presiones y asperezas. La vida nos hace sangrar, porque es ríspida y con caminos arduos. Aquel que vive en la bondad, sintiendo su vibración y su calor, tiene el don de guiar y reconciliar las contradicciones; tiene el don de suavizar y aligerar los dolores. El hombre bueno no solo no provoca sufrimiento, sino que su propio ser tiene la facultad de apartarlo. El hombre bueno modela la vida según la belleza que la mano de Dios puso en el corazón de Su criatura. Con su amor, su mansedumbre, su misericordia y el consuelo a los demás que es su principal atavío, este hombre, tan difícil de encontrar entre nosotros, logra que a su alrededor brote solamente alegría y optimismo.
Quien siente la belleza y los beneficios de la bondad, debe tenerla en una cierta medida y, en sus momentos de reflexión, no puede dejar de desear que esta crezca y progrese.
La bondad, en síntesis, como estado moral unitario, es plenitud, es avanzar. La bondad se refiere a a la humanidad que abarca y la cual la hace manifiesta. La bondad es una flor, una esencia de la vida moral; es, además, la señal de que venimos de un lugar que no es te este mundo. La riqueza de la vida interior se refleja naturalmente, como un fruto maduro. Por eso, la bondad es un centro luminoso. El hombre bueno irradia una atmósfera de alegría, de paz.
El hombre, tal como lo creó Dios, encierra en sí mismo bellezas insondables. Lo que tiene que hacer es ponerlas en acción, antes de que sean sofocadas por el maligno.
(Traducido de: Ernest Bernea, Îndemn la simplitate, Editura Anastasia, 1995, pp. 103-104)