Palabras de espiritualidad

Todos debemos aspirar a la plenitud del conocimiento de Cristo

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

En la medida en que seamos capaces de sentir Sus redentores sufrimientos, Su gloria eterna vendrá a nosotros.

No nos comparamos con Cristo, pero todos los cristianos deben aspirar a la plenitud de Su conocimiento. En la medida en que seamos capaces de sentir Sus redentores sufrimientos, Su gloria eterna vendrá a nosotros. Por medio de Él nos hacemos hijos del Padre. Sabemos ahora que nadie podría venir al Padre si no es por medio Suyo (Juan 14, 6).

Semejante gloria no se nos da automáticamente, en virtud de algún mérito de Cristo, como creen muchos. Aunque todos nuestros esfuerzos no son nada en comparación con este don que viene de lo Alto, y que siempre es don y solamente don, debemos esforzarnos para recibirlo y apreciarlo, según sea nuestra dignidad. El conocimiento de Cristo y de Su universalidad Divina y humana es una “perla de gran valor” (Mateo 13, 46). “Y la vida eterna es que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Juan 17, 3). Es la “parte mejor, y nadie la quitará” (Lucas 10, 42) con la muerte del cuerpo.

Preocupado porque todos los fieles estén enraizados y fundamentados en el verdadero conocimiento de las cosas reveladas por Dios, el Santo Apóstol Pablo, en una oración ferviente, “doblaba sus rodillas ante el Padre, para que Él les diera Sus bondades…  para que todos pudieran comprender con todos los creyentes cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad” de la Divina Providencia para nosotros, a la cual “antes de la fundación del mundo… nos predeterminó para la filiación en Cristo” (Efesios 3, 14, 14, 18).

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 105)