Un breve elogio de la mansedumbre
Reconciliado con Dios, con sus semejantes y consigo mismo, el hombre que practica la mansedumbre goza de un completo estado de paz y seguridad.
Dios les prometió a los mansos que heredarían la tierra. Ciertamente, es lógico que aquellos que se comporan con mansedumbre sean eximidos de muchas aflicciones y tribulaciones —provocadas por la misma falta de esta virtud—, para poder alcanzar el amor al prójimo y una buena relación con todos los demás, extinguiendo cualquier vestigio de ira y odio hacia los otros. El que es manso siempre recibe una retribución con la práctica de esta virtud. Reconciliado con Dios, con sus semejantes y consigo mismo, el hombre que practica la mansedumbre goza de un completo estado de paz y seguridad. Así es como debemos entender las palabras del Señor: “Aprended de Mí, que Soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11, 29). Pero, la retribución completa la recibirán los mansos en la vida eterna.
(Traducido de: Credinţa ortodoxă, Editura Trinitas, Iaşi 1996 ,p.416)