Un breve recordatorio de por qué no debemos juzgar al otro
Tal fue el modo en que Dios me castigó, con misericordia, haciéndome entender que no debemos juzgar a nadie.
Recuerdo que una tarde, mientras participaba en las vísperas, en la Iglesia de la Dormición de la Madre del Señor, el padre N. empezó a leer el himno acatisto correspondiente. Observándolo con detenimiento, me vino un pensamiento: “El hieromonje N. está muy gordo, con trabajo logra inclinarse...”. En aquel instante también yo intenté hacer una postración, y alguien desconocido me golpeó fuertemente en la espalda, a la altura de los riñones. Quise gritar: “¡Sosténganme!”, pero no pude, debido al fuerte dolor. Tal fue el modo en que Dios me castigó, con misericordia, haciéndome entender que no debemos juzgar a nadie.
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii şi iadul smerenie, Editura Deisis, Sibiu, 2011, p. 252)