Un ejemplo de convivencia en armonía
“Era imposible que alguno se mostrara inconforme o insatisfecho con sus decisiones. Y así logramos convivir tanto tiempo, en paz y sin sobresaltos”.
Relataba el abbá Juan, que el abbá Anuv y el abbá Pimeno, junto con sus demás hermanos de sangre, se hicieron monjes y se retiraron a vivir en una skete. Cuando vinieron los bárbaros y asolaron la skete, los monjes huyeron a un lugar apartado, mientras decidían en donde asentarse definitivamente. Y la primera morada que encontraron fue justamente un antiguo templo pagano.
Y dijo el abbá Anuv, que era el mayor de todos, al abbá Pimeno: “Por favor, te pido que tanto tú como tus hermanos se aparten el uno del otro, de manera que todos podamos guardar silencio y estar en paz durante esta semana”. Y dijo el abbá Pimeno: “¡Haremos como tú dices!”. Y, efectivamente, así lo hicieron. En el centro de aquel templo pagano había un ídolo de piedra. Cada mañana, el abbá Anuv se levantaba temprano y le arrojaba piedras al rostro. Pero, curiosamente, cada noche se acercaba a la estatua y le decía: “¡Perdóname!”. Esto lo hizo durante toda la semana. El sábado, cuando se cumplió una semana de estar cada uno por su lado, se reunieron y el abbá Pimeno le dijo al abbá Anuv: “Toda la semana te vi levantarte temprano y arrojarle piedras al ídolo… para después pedirle perdón por la noche. ¿Es esa la forma de actuar un hombre de fe?”. Y el anciano le respondió: “Lo hice por ustedes. Cuando me vieron tirarle piedras al ídolo en el rostro, ¿este se enfureció o me respondió con insultos?”. Respondió el abbá Pimeno: “No”. El anciano Anuv preguntó otra vez: “Y cuando le pedía perdón, ¿se mostraba enfadado y me decía: ‘No, no te perdono’?”. Y el abbá Pimeno respondió: “No”.
Entonces, dijo el anciano: “Nosotros somos somos siete hermanos. Si nuestra intención es vivir todos juntos, en paz, tenemos que hacer como este ídolo, impasible todo el tiempo ante los elogios y los insultos. Pero si no están de acuerdo conmigo en esto, veo que este templo tiene cuatro puertas. Cada quien puede elegir por dnde irse”. Mucho tiempo después, el abbá Pimeno relataría: “Y así fue como logramos convivir todos esos años. El anciano Anuv eligió como higúmeno a uno de mis hermanos. Y todo lo que él nos servía de comer, nos lo comíamos. Era imposible que alguno se mostrara inconforme o insatisfecho con sus decisiones. Y así logramos convivir tanto tiempo, en paz y sin sobresaltos”.
(Traducido de: Patericul, ediția a IV-a rev., Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2004, pp. 36-37)