Un esposo recibido como don, gracias a la oración y la mediación de los Santos
Me acordé de cómo San Porfirio Kafsokalyvitis se citaba con sus discípulos en la oración. Quedaban en orar a la misma hora, cada uno en su lugar. Así que, cándidamente, le sugerí a mi amiga: “Oremos juntas por ese deseo de tu corazón. Pidamos la mediación de la Madre del Señor y del Santo Apóstol Simón el Cananeo (el Zelote), el novio de las Bodas de Caná. Si existe un novio adecuado para ti, lo encontrarás un buen día. Si no, no. Pero, pase lo que pase, no te entristezcas”.
La amistad sincera es realmente un don inestimable. Sólo el que ha gozado de una verdadera amistad sabe qué es compartir las alegrías y las congojas, el consuelo en el dolor y la paz en abundancia que brota del alma del amigo, además del valor de un abrazo sincero.
Me dolía la tristeza de mi amiga. Deseaba mucho casarse, encontrar un chico en quién creer, para compartir esta vida terrenal. Entonces, recordé aquellas palabras del Señor, Quien nos dice que, en donde dos o tres se hallen reunidos en Su nombre para pedirle algo a nuestro Padre, obtendrán eso que han pedido, si es que se trata de algo útil. Me acordé también de cómo San Porfirio Kafsokalyvitis se citaba con sus discípulos en la oración. Quedaban en orar, a la misma hora, cada uno en su lugar. Así que, cándidamente, le sugerí a mi amiga: “Oremos juntas por ese deseo de tu corazón. Pidamos la mediación de la Madre del Señor y del Santo Apóstol Simeón el Cananeo (el Zelote), el novio de las Bodas de Caná. Si existe un novio adecuado para ti, lo encontrarás un buen día. Si no, no. Pero, pase lo que pase, no te entristezcas”.
Y comenzamos, cada noche, a pedirle a Dios. ¡Es maravillosa esa reunión de pensamientos en oración! Ciertamente, la alegría de ese encuentro era ya un gran logro. Pero aún faltaba lo más importante.
En junio, mi amiga recibió una llamada. Era un chico, pidiéndole conocerla. Le dijo que ese número de teléfono se lo había dado su confesor, un sacerdote amigo de mi amiga. Y así fue como se conocieron. Todo lo demás fue pura armonía. Con el paso del tiempo, apareció también el deseo de casarse.
Fijaron la boda para el primer sábado de mayo, porque sólo entonces se hallaba disponible el restaurante donde querían hacer la recepción. Luego revisaron el calendario. La boda sería el 5 de mayo, conmemoración de San Efrén el Nuevo. Mi amiga se quedó asombrada. ¡Y es que sabía que San Efrén es el protector y patrono de mi familia! Y, así como estaba establecido, se casaron ese 5 de mayo, tomando a San Efrén como protector de su nuevo hogar.
No hace mucho mi amiga me contó que siente la presencia de San Efrén muy fuertemente en cada paso que dan con su esposo.
¡Sí que había un novio para mi amiga!
Gracias a la Madre del Señor, a San Simón el Cananeo, a San Porfirio Kafsokalyvitis y a San Efrén el Nuevo por sus mediaciones, pidiéndoles que siempre protejan a nuestras familias y nuestra amistad. (V.N., 16 de abril)
(Traducido de: Sfântul Efrem cel Nou. Minuni din România, Editura Sophia, pp. 256-257)