Un recordatorio para después de confesarnos
Con los placeres entristeces a Dios, y ahora estás llamado a alegrarlo con el doloroso sacrificio del ayuno (sumado a la oración perseverante).
“De ahora en más no vuelvas a pecar”, le dijo Cristo al paralítico (Juan 5, 14). Lo mismo le dijo a la mujer adúltera: “Vete, y en adelante no peques más” (Juan 8, 11). Esas mismas palabras son aplicables a ti, hermano que acabas de confesarte. Desde el momento en que saliste de la iglesia, después de haberte confesado, has empezado una lucha vital, para no volver a pecar más. “¡Era la primera vez que hacía algo así, padre!”, le dijo un joven a su padre espiritual. “¿Y eso qué significa? ¿Que quieres volver a hacerlo? ¡No vuelvas a decir semejante cosa, hijo!”, le respondió el sacerdote.
2. Si hasta hoy has pecado sin miramientos, a partir de este momento tendrás que reemplazar tus malas acciones con otras, pero buenas. “Cuídate del mal y haz el bien” (Salmos 33, 13). “Señor, ¿ves que mis manos están limpias de pecado?”, le dijo un alma a Dios. “Están limpias… ¡pero vacías!”, le respondió el Señor.
3. “El ayuno es el principio de la contrición. Empiezas a arrepentirte, solo cuando empiezas a ayunar, porque sin ayuno tu arrepentimiento está muerto”. Con los placeres entristeces a Dios, y ahora estás llamado a alegrarlo con el doloroso sacrificio del ayuno (sumado a la oración perseverante). “Aprende que con ayuno y oración tienes que aplacar a Dios” (oficio del Hábito o Schema Menor). Por eso, la misma “esencia” de los cánones de penitencia radica en el ayuno y la oración (Cánones 6 y 7 de San Juan el Ayunador).
(Traducido de: Arhimandritul Vasilios Bacoianis, Duhovnicul și spovedania, traducere din lb. greacă de pr. Victor Manolache, Editura de Suflet, București, 2012, pp. 47-48)