Un remedio para todas las enfermedades
Existe un remedio para todas las enfermedades del alma. Muchos no saben nada sobre él, otros lo conocen, pero no lo utilizan y por eso no logran sanarse.
Existe un remedio para todas las enfermedades del alma. Muchos no saben nada sobre él, otros lo conocen, pero no lo utilizan y por eso no logran sanarse. Los que lo toman no sólo sanan, sino que se vuelven santos también. Ese remedio se llama humildad. Con este medicamento, los profetas hablaron del futuro. También, por la humildad, los Santos Apóstoles, siendo pescadores, se conviertieron en misioneros y encendidos maestros para el mundo. Con este remedio, San Espiridón, que era pastor de ovejas, llegó a ser un obispo santo para los cristianos. El mismo remedio utilizó la Santísima Virgen y así se hizo digna de convertirse en la Madre de Cristo, que es Dios perfecto y hombre perfecto, sin pecado.
El Señor nos invita a tomar todos de este medicamento, para encontrar descanso, tanto aquí en la tierra, como en el cielo. La verdadera humildad no deja que el hombre caiga en pecado y, si no lo lograra y de todas formas cayera en pecado, lo levanta inmediatamente. Así pues, este mismo remedio les recomiendo a Ustedes para sanar cualquier padecimiento. Si no lo tienen, pídanselo al Muy Misericordioso Dios y se los dará.
Así, por medio de la humildad y con la paciencia que ésta trae consigo, alcanzarán la salvación. El Señor dijo: “El que se humille será enaltecido por Dios. El que sea paciente hasta el final, se salvará. Por medio de la paciencia ganarán almas”. Cada vez que las fuertes y furiosas olas de las tentaciones y de las aflicciones vengan sobre nosotros y sintamos que estamos a un paso de darnos por vencidos, clamemos como Pedro: “¡Ayúdame, Señor!” y en ese momento Él nos extenderá Su santa y misericordiosa mano y nos auxiliará.
(Traducido de: Arhim. Filothei Zervakos, Ne vorbește părintele Filothei Zervakos, Editura Egumenița, p. 323-333)