Una breve explicación al milagro obrado por el Señor con el paralítico de Bethesda
Él lo sana inmediatamente, para que Su misericordia revele la falta de piedad, no solamente por parte de quienes vivían en aquel lugar, sino por parte de todos los hombres de todos los tiempos que ven a su semejante enfrentar el dolor y no levantan un dedo para ayudarlo.
Se puede lanzar la pregunta: «¿Por qué el Señor no le hizo al enfermo la pregunta de costumbre: “¿Crees?”. ¿Por qué no buscó en él la fe, del mismo modo en que lo había hecho con muchos otros?».
¿Pero es que la fe de este enfermo no está más que clara? Durante treinta y ocho años soportó pacientemente su dolor, con la esperanza de recibir el auxilio divino. Esto no solamente significa que él creía en la milagrosa acción del ángel de Dios, sino que, de cierta manera, creía también en nuestro Señor Jesucristo, aunque no lo haya llamado “Señor”.
Sí, Señor, quiero sanarme, pero “no tengo quién me ayude”. En este caso, en Bethesda, el Señor obra así: por una parte, por Su misericordia sana a aquel hombre que durante tanto tiempo había padecido su propia enfermedad y la falta de caridad de los demás; y, por otra parte, Él lo sana inmediatamente, para que Su misericordia revele la falta de piedad, no solamente por parte de quienes vivían en aquel lugar, sino por parte de todos los hombres de todos los tiempos que ven a su semejante enfrentar el dolor y no levantan un dedo para ayudarlo.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Predici, Editura Ileana, București, 2006, p. 255)