Una fragancia celestial
No soy el único que ha vivido algo así: son muchos los monjes, los caminantes y los peregrinos que han tenido esa misma experiencia…
No recuerdo exactamente en qué año fue (creo que hace un par de décadas…), en la fiesta de San Juan el Bautista, estando yo en el Monasterio Dionisiu: justo antes de las Vísperas, al entrar al Santo Altar, sentí un aroma inefable, una dulcísima fragancia —conocida como la “del Precursor”—, la cual provenía exactamente de aquel lugar.
En otras ocasiones, caminando cerca de la celda de San Nilo el Exudador de Mirra, mientras iba de paso hacia la Gran Laura, en Hairi, también sentí esa misma fragancia. Y no soy el único que ha vivido algo así: son muchos los monjes, los caminantes y los peregrinos que han tenido esa misma experiencia. Hay una tradición oral que dice que, a lo largo del tiempo, en este lugar, muchos monjes y eremitas llevaron una forma de vida ascética de gran calado, llena de gracia y santidad. El sitio exacto en donde están sepultados sigue siendo desconocido para nosotros.
(Traducido de: Arhimandritul Ioannikios, Patericul atonit, traducere de Anca Dobrin și Maria Ciobanu, Editura Bunavestire, Bacău, 2000, pp. 203-204)